EL HACEDOR DE SUICIDAS

I

Hace décadas, cuando era aún un niño de escuela, el pederasta me sedujo a través de sugestivos nombres y sabores. Uno, con el verbo que te planteaba la posibilidad de ser dominador, Dominó, tal el juego; otro, en la inconciencia de nieves y fríos bajo cero, Nevada, de los primeros paquetes de color verde y mentol; con nombre francés, Savoy; con nombre latino, Capri, “las cabras” o “de cabra”, a saber qué relación con el sinuoso mal. Y muchos otros nombres que no vale la pena recordar, marcas que realmente marcaron -aquí no hay redundancia- nuestro tiempo, y con él, nuestra salud sacrificada.

Hace solo ocho días, cuando mi espalda soportaba la afrenta de dos planchas hirvientes por pulmones, dolorosamente replegados a la piel, como adhesivos incandescentes me comunicaron ellos mismos, seria y prolijamente, que el asunto ya no era un juego de humo, volátil y generador de formas grises en el aire vespertino o mañanero.

No; por primera vez en mi vida me percataba de que a los once años de edad, yo, Walter, el Pibe, había sido condenado a 45 años de prisión, embutido en mi propio cuerpo por aquel antiguo seductor de adolescentes, por tan fogoso elemento, excelso esclavista de la modernidad, depredador de arterias y vasos capilares, detonador explosivo, incluso, de corazones nobles y confiados; el tabaco industrial, desarmador de familias, guadaña de vínculos parentales, asesino de sentimientos, embotador neuronal, prescriptor de la mismísima muerte.

 

 

16.425 días permitiendo el abuso, la instalación acomodaticia de enfermedades de cualquier tipo, la sofocación paulatina de mis células ingenuas, asediadas por un enemigo fríamente camuflado, vigoroso y despiadado.

El más corrupto estratega: ¡el preceptor, el maestro, el único asesino que te enseña a ser suicida! Productor de hedonismo bucal y mamario que, finalmente, deposítanos, de violenta manera, en la horizontalidad del humus terrestre.

II

En aquellos años viejos, me decía don Indalecio Sáenz, gran químico costarricense, fumador empedernido y con boquilla, que era más nocivo fumar zacate que tabaco. Nunca lo sabré. Y, si tenía razón, después de tantos años de muerto como tiene, nunca imaginó que las tabacaleras harían cualquier cosa, todo lo posible aunque fuera inconmesurablemente inmoral, por retener en vilo a los sustentadores de sus arcas llenas, a nosotros, sus víctimas letales, con un promedio de vida medible por sus encuestas aleatorias.

Es tanto el dinero que deja la muerte, tal el negocio del dolor, que el ejército de demolición orgánica que han dispuesto las empresas del humo desde dentro de cada cilíndrico y bien diseñado cigarrillo, entre otros tantos cocteles, nos inflama de arsénico, que se volatiliza sin fundirse a 400 grados, aflorando un olor aliáceo; y, como si en nuestras válvulas de oxígeno hubiese polillas, nos suministra una cantidad exacta de naftalina, para nuestro closet corporal un hidrocarburo bencénico que ahuyente a las fantasmas; provéenos, también, para que no nos falte, de un líquido inflamable, con olor a éter, la acetona, como si los bronquios de la vida tuviesen la vanidad de despintar las uñas mal pintadas por químicos indeseables.

muerte

No podía estar ausente de este tan complejo producto de destrucción masiva, ese gas compuesto de ázoe e hidrógeno, el amoníaco, demoníaco agente refrigerador de la muerte. Ni el HCN, tóxico violentísimo, el ácido prúsico que ha derribado a miles de seres primero hincados en las cámaras de gas en varios lugares del creído mundo civilizado.

O aquella sustancia que de niños usábamos contra algunos molestos pero lindos, ya muchos idos, insectos, el conocido DDT, el diclorodifeniltricloroetano, que hoy puede hallarse en el copo de agua congelada más lejano del Polo Norte y en el tejido epitelial más escondido de mis entrañas.

Por otro lado, y tal como si nuestros túneles orgánicos internos fuesen caños de escape de gases, este vehículo insalubre, el cigarrillo, nos viene recargado con monóxido de carbono, metanol y plomo. Además, desde él nos recetan cadmio como si fuésemos baterías.

Una serie de elementos cancerígenos –aparte de miles de asistentes como el butano, el tolueno, el uretano, el pireno, el cloruro de vinilo y la toluidina- van complementando esta planilla paga para nuestro lento aniquilamiento. Nuestro cuerpo es imbuido desde esta fuente, también, por el metal que, a temperatura ambiente, se conforma como líquido: cual los termómetros que van sabiendo poco a poco cómo disminuye la vida cuando se enfría, sabemos a mercurio.

El cigarrillo y sus oscuros fabricantes, en esa prolongada y desmedida intención por enajenarnos, por debilitarnos más y más dentro de su calabozo usurpador, nos ofrecen, al fumar, absorver un insecticida y herbicida ya de común uso, la nicotina, y otra sustancia bituminosa destilada del carbón e insoluble en agua, el temible alquitrán, principal generador del deceso celular. Y para irrumpir en la química moderna, le han agregado un elemento radiactivo, el polonio, de peso atómico 210, descubierto en 1898 por Pierre y Marie Curie.

III

Habiendo sido por tanto tiempo defensor de la hoz del tabaco, pido perdón por haber complacido a la muerte impunemente, por desautorizar a quienes aman la vida con ese acto autoagresivo de mi parte. Pido, también, profundas disculpas a todos aquellos que, siendo fumadores pasivos, no fueron dignos de nuestro respeto para respirar su aire puro.

Con todo, no debemos ser confiados, sino estar alerta: ¡hay mucha gente trabajando intensamente en tu caída!

mafalda3

10 responses to this post.

  1. Posted by Cesar on 8 junio 2009 at 11:48 pm

    Los mejores deseos Pibe en su nuevo compromiso y objetivo, si fuera fácil nadie fumaría.

    Tal vez después me puede contestar un par de viejas dudas ¿Cómo probar esa fuerza de voluntad y cambiar un hábito repetido por tantos años? Cómo no querer hacerlo? Cómo reparar el daño realizado al cuerpo, existe la regeneración, la reencarnación….?

    La única forma de no hacerse daño, es no adoptar ni aceptar la carga. Le pido a Todos que no lo prueben y que los que mantenemos el mal hábito, NO defendamos ni la picadura con aditivos, ni el tabaco, ni la natural cannabis sativa; que Nada Quemado e Inhalado Puede Ser Bueno.

    Responder

  2. Posted by David Portilla on 9 junio 2009 at 11:33 am

    Estimado amigo, quien más que yo aplaudo el despertar de la conciencia, que en verdad esta dura batalla en la que estas, puedas al final ganarla, no se cuantos años de vida aumente al dejar de fumar, pero lo que si se es que no cambio mi libertad por aquellos años en los cuales ni correr podía.
    Espero que otras personas, también muy queridas, puedan seguir tu ejemplo, y no se desinflen con el primer humo deseado. Suerte.. y a respirar aire puro…

    Responder

  3. Posted by Pablo David on 10 junio 2009 at 6:21 pm

    Pibe la verdad el saber que ya dejó ese vicio de fumar es de las mejores noticias que pude haber recibido en lo que va del año… Un día vi en La Nación cuando salió la »Autopsia de un asesino», y la verdad fue increíble ver toda la porquería que un cigarrillo trae… Me impresionó mucho ver eso, y ahora que leí »El Hacedor de Suicidas» y que usted mencionó más cosas sobre el cigarrillo, me quedé el doble de impresionado viendo la explicación que diste de cada componente…

    En fin, me alegra mucho la decisión que tomó. Espero que logre ganar esa batalla, porque me imagino que debe de ser muy difícil.

    Ah y se me olvidaba, queda perdonado sobre lo que pidió perdón!

    Con muchísimo afecto, su sobrino, Pablo David.

    Responder

  4. Posted by Elizabeth Madriz on 10 junio 2009 at 6:47 pm

    Bueno mi hermano, felicidades por tal decisiòn.
    Nunca es tarde para darse cuenta de que ningùn vicio hace bien a nuestro cuerpo, ni al alma, ni a nuestro espìritu, y a veces por lo que he oìdo la lucha es fuerte pero con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, saldràs adelante.
    Dios quiera que este artìculo le abra los ojos a mucha gente que depende del cigarrillo y pare a tiempo el enfermarse.
    Seguì adelante y que Dios te siga bendiciendo.

    Con amor tu hermana Eli.

    Responder

  5. Padre,

    Un ejemplo que me llega en una buena edad.

    Gracias por hacerlo ahora y no dejarme pensar que somos inmortales!

    Papo

    Responder

  6. Posted by Maureen Hernández M. on 12 junio 2009 at 10:27 pm

    Amado Walter Olman! esta decisión que tomaste de dejar ese maldito vicio es para mi una victoria, no solo tuya , sino a nivel familiar, pues perder a alguien amado por esa causa…….. no sé que haría, pues mi corazón roto estaría en problemas para asimilar algo así!
    Hay tantos a nuestro lado, que no solo nos aman, sino que resultarían afectados si algo nos llega pasar, no por un designio de la naturaleza sino una mala y propia decisión.
    De verdad ,en estos días oscuros esto me dá una nueva luz, felicidad y nueva esperanza, de que otros se retracten y puedan tener una calidad de vida mejor y así alargar sus días, porque siempre hay que pensar en un mañana y en que… lo mejor está por venir.
    Un fuerte abrazo de amor y solidaridad, y gracias, muchas gracias por pararlo y alentar a que otros lo hagan!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Que la paz de Dios y su fortaleza estén con vos y que El honre tu sabia decisión .
    Con amor tu hermana menor.

    Responder

  7. Posted by Yamileth Herandez M. on 15 junio 2009 at 8:30 pm

    Mi amado Pibe. No tengo palabras con que darle gracias a Dios y a usted por su decision de dejar ese vicio que odio tanto. Yo imagino lo duro que debe ser dejar algo que nos domino por tantos a~os pero yo le pido a Dios que te mantenga fuerte y que tu deseo de limpiar tu cuerpo se lleve a cabo y que podamos disfrutar de usted por mucho tiempo mas y podamos verlo libre para vivir de una manera mas amena, mas sana, mas de Dios.
    Sepa que yo estare orando pidiendole a Dios que cada dia le fortalezca para llevar a cabo ese deseo de su corazon.
    Con mi amor de siempre.
    Su hermanita Yalu.

    Responder

  8. Papi.

    Tarde mi respuesta… por tiempo.
    Pero siempre supe que el cigarrillo es una amenaza, es un vicio sumamente aburrido y tonto…
    No hay razones para hacerlo, no se llega a nada productivo haciendolo, solo se llega a la muerte.
    Dejelo ahora que tomó la desicion correcta, no se engañe y siga con la frente en alto que algún día cuando pase la crisis de lo que significa dejarlo se va a sentir orgulloso de vencer la batalla.
    Además contribuye a no contaminar el medio ambiente, y contribuye a compartir salud con los demás a su lado, porque cuando alguien fuma los que estan al lado fuman tambien…

    Es como un gas lacrimogeno.

    Sabia desición… la del sabio, la del inteligente.

    Felicidades.

    Responder

  9. Posted by Randall Ortiz on 18 junio 2009 at 6:10 pm

    Tal vez lo más importante es ver la vida con los ojos de la salud,no es facil dejar un habito de tantos años. Yo estoy con vos y con todos los que quieran vivir sin ese veneno que nos venden como gran cosa!!!! Ah…..y perdón por que yo no lo he vencido todavia, del todo……pero el a mi tampoco!! Sigamos entonces luchando contra este hacedor de suicidas!!! y decidamos Vivir! Atte: El sobri….Músico.

    Responder

  10. Posted by Alba Abrego on 8 julio 2009 at 6:38 pm

    Cuando uno deja el cigarrillo, como siento que usted lo ha hecho, se da cuenta de la esclavitud en que vivió por mucho tiempo, y cuan fácil era dejarlo, pero engañosamente uno pensaba que era poco menos que imposible, y gracias a Dios que nosotros nos hemos dado cuenta hay algunos que, con vidas muy valiosas, rodeados de amor y dinero, a veces hasta con poder, dejan que ese demonio aparentemente tan pequeñito, los arrastre hasta la muerte, o sea, somos hijos predilectos de El Hacedor Supremo, y no podemos perder esa segunda oportunidad que nos está regalando. La clave está en que pase lo que pase, los que somos tabaco-adictivos jamás debemos volver a tocar un cigarro. Me alegro Walter por esa valiosa decisión, tal vez la más importante de su vida.

    Responder

Deja un comentario